-HISPANIA ROMANA-
VISITA A ALANGE
(BADAJOZ)
28 de agosto de 2.014
Las aguas de Alange bajo
la protección de Juno, al menos así cabe pensar de la inscripción
del ara dedicada a esta por Licinio
Sereniano en agradecimiento por hacer fecunda a su hija Varinia Serena, al menos ya funcionaban como balneario en el siglo III, si bien sus aguas minero-medicinales debieron ser usadas mucho tiempo antes como siguieron siéndolo en los siglos venideros. Incluso el topónimo Alange parece, para algunos, hacer referencia a esta naturaleza salutífera pues vendría de árabe “aguas de Alá”
.
En
el siglo XIX, con el auge de los balnearios, estas aguas fueron
rescatadas del abandono tras su compra y rehabilitación por Abdón
Berbén, médico local, siendo gracias a él y sus descendientes que
hoy podamos disfrutar de su rico patrimonio arqueológico y de sus
aguas ricas en radón consideradas aun hoy en día por la
hidroterapia moderna como muy útiles en los problemas psíquicos y
neurológicos.
Puede
parecer extraño pero pocos saben que, junto al conjunto monumental
de la cercana Mérida, estas “thermae
“ son patrimonio de la humanidad desde 1993.
Ante
de visitar el balneario ascendimos por cerro de la Culebra que
domina todo el territorio. En él se encuentran los restos de una
fortaleza originalmente del singlo XI.
Ya el ilustre arqueólogo José
Ramón Mélida, al referirse a esta fortaleza, la describía diciendo
que "distante
tres leguas de Mérida y situada en un alto a orillas del río
Matachel, donde la naturaleza misma, con peñascos y quebraduras,
forma ya un lugar
eminente
de defensa. (...), fue fundada por el rey moro Alagio, como punto
defensivo avanzado contra el califa de Córdoba."
En
tal lugar se encastilló Ibn
Marwan (fundador
de Badajoz) en su revuelta contra el emir Muhamad I.
Mas
tarde, tras ser conquistada por Fernando III, pasó a manos de la
orden de Santiago.
Pero
no solo pudimos ver los restos medievales, con su doble
amurallamiento, sus distintas
puerta, aljibes, muros y restos de
torres donde destaca la del homenaje "un
torreón cuadrado de 5 m. por lado con recios muros de ladrillos,
perforados por ventanas en arcos de herradura, correspondientes a una
cámara cerrada con bóveda por arista." según fue descrita por
Melida en 1.910. Hoy nada queda de los citados arco de herradura.
Son
magníficas las vistas que controlan los dos principales vados del
Guadiana (el de los
Patos y el de la estación de la Zarza), las
vegas de este rió y la Tierra de Barros
y, hoy, el pantano de Alange donde cabe aun intuir los múltiples
ríos (Matachel, Palomillas, Valdemedé, y Bonhabal ) que en su
día serpentearon por un terreno hoy anegado, terreno que en otra
época perteneció a la centuriación realizada
por Augusto para los
veteranos fundadores de Merida. Aun cabe imaginar en cada alto y bajo
las amplias aguas las múltiples villas romanas que supieron sacar
producto a tan fértiles tierras.
Dicho
lo anterior seria inimaginable que tal peñón no fuera ocupado con
anterioridad por otros primitivos pobladores . Al observador atento
no se le escapará cerámica a mano, negra, de grano grueso que iría
al menos desde el Epicalcolítico en transición al Bronce, pasando
por el Bronce Pleno de la cultura del Suroeste, con su
característica cerámica carenada, hasta el Bronce Final.
Cazoletas
calcolíticas excavadas en la roca y abundantes pinturas rupestres
esquemáticas (algunas descubiertas por el Abate
Breuil
, perdidas y vueltas a encontrar ) hacen aun mas interesante el
ascenso.
El
poblamiento continuó y en la base del cerro y lindando con las aguas
del pantano pudimos ver mas restos, ahora de la Edad del Hierro, los
de un almacén de buena factura en su fábrica.
Buen
punto final fue la visita al balneario donde
pudimos saludar a su
director que amablemente nos permitió adentrarnos en los restos
arqueológicos
del mismo. La estela mandada levantar por Licinio
Sereniano
Clarissimus
fue,
como no, nuestra primera parada, luego bajamos por una escalinata
hasta el piso inferior donde se encuentran los restos romanos mas
interesantes. La bajada formada
por una bóveda de cañón ( hoy muy
deformada por las presiones sufridas durante siglos) nos lleva hasta
unas estancias circulares cuyas paredes en su momento estuvieron
decoradas, al parece, con guirnaldas. El techo remata en una cúpula
donde se abre un “oculo” central.
El
edificio de planta rectangular guardó en su momento una doble
estructura, simétrica, claramente separadas entre si y hoy unidas
por un moderno pasillo.
No
puedo terminar sin agradecer la amabilidad y los conocimientos de
D. Juan
Diego Carmena
que nos acompañó durante toda la visita haciéndola un verdadero
placer.
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